18 de octubre: del estallido social al octubrismo | Publimicro

18 de octubre: del estallido social al octubrismo


Sebastián Fuentes Barraza
Sociólogo

A cuatro años del denominado estallido social, podemos observar la mutación nominal y simbólica de aquel suceso. Observamos que menos se habla de “estallido social” y más, con desdén, de “octubrismo”; menos de las demandas sociales y más de las consecuencias políticas. En esta columna, no vamos a representar a ninguna visión, sino que, con una mirada cínica, intentaremos buscar un equilibrio, acaso este exista.

Desde el primer día, se estableció la posibilidad de que la quema de estaciones de metro fuera organizada; lo cierto es, que pensar lo contrario, sería un delito de leso sentido común. Sin embargo, para efectos del “estallido”, este hecho puede entenderse como la chispa, pero si no había pólvora, nada debiera haber ocurrido. Ejemplo: si en Inglaterra un grupo se hubiera coordinado para quemar los metros de Londres, al otro día, ¿hubieran salido miles (luego millones) de personas a protestar por demandas sociales ¿O se hubiera condenado el acto, apresado al grupo y acabado allí todo?

No deja de ser misterioso lo ocurrido, pero ha ocurrido antes en la historia. Por citar un ejemplo, en la Francia de 1848, estudiantes comenzaron manifestaciones que acabarían en una insurrección, y Luis Felipe I prefirió abdicar en vez de reprimir a los ciudadanos. En nuestro país, más allá de organizaciones previas, pareció que había silenciosas molestias acumuladas por años que salieron de golpe. En aquellos días, muy pocos estuvieron en contra de lo que podría llamarse sed de justicia, porque los argumentos de injusticias pesaban. Escojamos de ejemplo las colusiones de farmacias, ¿no es acaso un acto de lo más siniestro incrementar artificialmente el valor de los medicamentos para enfermos?

Planteándolo en términos espirituales, era una posibilidad ver lo que aconteció, como si de un intento espontáneo de exorcismo se tratase. En Chile, faltaba regulación a un espíritu de codicia. La población completa es afectada por este tipo de actos que, por general, no tienen penas. Podríamos creer que esto era lo que unía a todas las capas de la sociedad. A favor de esta creencia, queda el hecho que los políticos de todos los partidos eran rechazados de las protestas ciudadanas. Lamentablemente, lo que convocaba a todos los ciudadanos, comenzó a ser diluido por las pretensiones de minorías, de modo que la demanda ciudadana se convirtió en un saco sin fondo, que tuvo como culmine a políticos ventajistas que exigían la renuncia del presidente de aquel entonces, intentando concentrar la molestia en una sola figura.

A cuatro años, no solo no se solucionó lo relacionado a las regulaciones, sino que se ha borrado esta idea que unía a los ciudadanos y solo ha quedado la consecuencia política; se redujo el estallido a “octubrismo”, y a la demanda ciudadana en “octubristas”, término referido como quien se refiere a algo pringoso. Curiosamente, casi todos aceptaron el estallido y condenaron al octubrismo. Un poco de consecuencia y menos hipocresía le vendría bien al país de las veletas.

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