Cuba enfrenta una crisis sanitaria sin precedentes, marcada por una epidemia de ‘arbovirosis combinada’ que incluye dengue, chikungunya y oropouche, además de virus respiratorios como el Covid-19. Esta situación se desarrolla en un contexto de colapso económico, con escasez crónica de alimentos, medicamentos y electricidad, lo que ha sobrecargado el sistema de salud y afectado gravemente el bienestar de la población. Según reportes oficiales y medios internacionales, los síntomas de estas enfermedades van desde fiebre alta y erupciones cutáneas hasta complicaciones articulares severas que impiden la movilidad, descritas por residentes como una ‘ciudad de zombis’. Las cifras del Ministerio de Salud Pública cubano indican un aumento alarmante de casos, con 5.717 nuevos contagios de chikungunya reportados recientemente, elevando el total a 38.938 pacientes. El dengue permanece activo en todas las provincias, mientras que la Organización Panamericana de la Salud registra 25.995 casos de chikungunya. Aunque las autoridades reconocen al menos 47 muertes por arbovirus, expertos y activistas sugieren que el número real es mucho mayor debido a subregistros y atribuciones erróneas. La tasa de mortalidad infantil ha aumentado un 85%, desde 4 por cada 1.000 nacidos vivos en 2018 a 7,4 por cada 1.000, según datos de las Naciones Unidas.
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