Pese a la pandemia que azota al mundo y que tiene confinado casi a la mitad de la población, hay sectores que han podido soslayar esta emergencia, apelando a que su nicho laboral es esencial para el funcionamiento de la sociedad. Uno de ellos es el fútbol. Para que puedan “trabajar”, las vacunas son claves. Un privilegio que, en este caso, se viste de corto.
Así lo entiende el periodista deportivo argentino Alejandro Wall, quién en una columna de opinión publicada en el Washington Post, señala que el fútbol y sobre todo el sudamericano “vive en una burbuja”. Al analizar el inicio de Copa Libertadores de América este pasado martes 20 de abril, pudo comprobar los “privilegios” con los cuales se rodea a “esta casta especial” que son los jugadores.
Wall fue testigo de los protocolos creados por la Confederación Sudamericana de Fútbol, que garantizan el manejo de sus certámenes y la salud de los equipos protagonistas. Todo gira en torno de velar que nada afecte los montos globales de clubes como el Palmeiras, el actual campeón (cuya plantilla está tasada en US$ 150 millones), y juegen sabiendo que su salud está más que resguardada.
Y es aquí donde las vacunas toman un rol crucial en esta historia. En su columna, el periodista argentino devela cómo los futbolistas logran tener a su disposición una dosis de la vacuna contra el COVID-19, “ese bien por el que pujan y negocian todos los gobiernos del mundo para inmunizar a sectores prioritarios de su población”, como el mismo señala.
Para Wall, comprobar que la Conmebol logró llegar a un acuerdo con los laboratorios proveedores de vacuna antiCOVID-19, es pensar en poderes fácticos que actúan al nivel de los mejores y más ricos Estados del mundo. Sólo así podría entender se -según el autor de la columna- que el Laboratorio Sinovac Biotech haya “donado” un gigantesco número de dosis al mundo del fútbol sudamericano.
Y es aquí donde duele, según Alejandro Wall, ver que por un lado existe un sector “esencial” como es el fútbol, y por otro una población sudamericana sumergida en una segunda ola del virus, que poco nada puede acceder a estas vacunas. Esta esperanza para frenar la pandemia, se torna entonces ingrata al rendir pleitesía a ídolos pasajeros más que las víctimas inocentes de ella.
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