Mediante un proyecto que analiza cómo algunos factores biológicos pueden afectar el desarrollo del fruto del cerezo y la formación del carozo, expertos de la Escuela de Agronomía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, indagan en mecanismos para mejorar la calidad de las cerezas, generar otras variedades y potencialmente abrir nuevos mercados de exportación. Se trata de un estudio liderado por el investigador Patricio Tapia que utiliza giberelina –hormona vegetal que controla el crecimiento y desarrollo de las plantas–, tanto en altas concentraciones como inhibiendo su acción, para predecir cómo será el proceso de formación del carozo dentro del fruto y su tamaño final. “Una de las principales características que el mercado está buscando es diversificar los productos, para apuntar a varios segmentos y nuevos mercados además de China”, manifestó Tapia. El cerezo dulce (Prunus avium L.) es un frutal caducifolio cultivado comercialmente en climas templados que pertenece a la familia de las rosáceas. Destaca por su alto valor comercial en todo el mundo. En 2022 Chile exportó 2,2 millones de toneladas de producción a nivel mundial, posicionándose entre los cinco mayores productores de cerezas para el mismo año, con una producción de 354 mil 952 toneladas y unos ingresos de USD 1. 914 millones de dólares.
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