Sebastián Fuentes Barraza
Sociólogo
Leí una vez que Valdano dijo que desde Pelé sabemos que el fútbol es negro. Desde que el rey del fútbol sorprendió al mundo en Suecia 1958, han pasado 65 años y muchos jugadores negros nos siguen sorprendiendo por sus habilidades con el balón. Uno de los últimos es Vinicius, joven delantero del Real Madrid que el pasado domingo sufrió indignantes insultos racistas.
Lamentablemente, esto en el fútbol se repite y bastante. De hecho, había antecedentes de diez denuncias por insultos racistas a Vinicius que no llegaron a sanción alguna. Ante tamaña falta de efectividad a la hora de detener el racismo, ¿cómo quedan las campañas de la FIFA tipo “say no to racism”? Quedan como una pose intrascendente.
A mí parecer, el mundo del fútbol no detiene estos hechos repudiables porque falta capacidad para observarlos desde fuera. Se tiende a enmascarar la violencia y en el peor de los casos, se romantiza. Cuando ocurre un hecho violento, el manto de impunidad o las atenuantes son a la carta: “el futbolista fue el que provocó”, “solo se buscaba desconcentrar al rival”, “estaban los ánimos calientes porque es un partido de rivalidad clásica”, etcétera. Todo eso es un error porque permiten que el fútbol siga siendo uno de los refugios predilectos para quienes quieren exteriorizar su violencia y para quienes no pueden autocontrolarse, en definitiva, para los marginales. A la vez, se hacen cómplices, porque el fútbol es una experiencia colectiva y se debe velar para que esta experiencia se viva sin el peligro de ser dañado física o sicológicamente, por mucho que sean pocos los que dañan o son dañados.
Propongo que nos preguntémonos por qué no hay casos de jugadores homosexuales en el futbol de elite. Ha habido jugadores que declaran su homosexualidad, pero en ligas menores en donde el fútbol no es popular. Creo —hecho no comprobado por ausencia de casos— que ser homosexual podría ser aún más conflictivo que tener la piel negra. El fútbol, refugio de todo tipo de violencia contenida, es machista. Por ejemplo, en Chile, a Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica, por los sobrenombres que han colocado las barras bravas para humillar a sus adversarios, se les conoce también como las zorras, las madres y las monjas, respectivamente.
Mientras que un equipo que vence a su rival pasa a ser “el padre”. Esta fijación de lo masculino y femenino es un caldo de cultivo para agresiones verbales por orientaciones sexuales. Si no hay jugadores homosexuales, creo que es porque sospechan que se someterían a un coliseo de la agresión verbal.
Por ahora, lo de Vinicius ha escalado y quizás las autoridades futbolísticas y de gobierno de España tomen medidas concretas, y si no dan el paso necesario, que la pose siga en los hashtags de twitter y en las fotos para Instagram.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.
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