Marcelo Trivelli
Fundación Semilla
Un estudiante que cursaba tercero medio en el Liceo Bicentenario Carlos Cousiño de Lota fue asesinado por un joven proveniente de otro establecimiento. Señalan que ambos habían sido compañeros y que esta sería una pelea entre grupos. Jeremy murió de una puñalada en el cuello. La comunidad está consternada y en boca de una vecina: “vivimos en un pueblo sin ley”.
Este trágico hecho, junto con otros que se han venido sucediendo en el último tiempo, como por ejemplo la riña en Copiapó que dejo a un alumno acuchillado, la detención de otro en Valdivia por asistir a clases con una cortapluma y una escopeta hechiza o la pateadura que recibió un alumno con discapacidad por parte de un compañero en Isla de Maipo, son la expresión de una descomposición de la convivencia de la que aún no nos hacemos cargo en propiedad.
Una vez más, estamos llegando tarde. El Ministerio de Educación ha anunciado que publicarán en los próximos días una actualización de la Política Nacional de Convivencia. Yerran nuevamente en el enfoque estratégico. No sólo se requiere reforzar el área de convivencia escolar, sino que es urgente reformar el Currículum Nacional con enfoque en convivencia y no violencia.
Muchas veces las comunidades escolares sienten o perciben que existen problemas de convivencia, sin embargo, no están preparados para diagnosticar la situación, ni mucho menos enfrentarla. En general toman el camino más fácil: la política del avestruz. Siempre que se hacen los lesos y miran para el lado, los episodios de violencia terminan explotando en sus caras.
Lo primero y más importante es reconocer que la convivencia en el contexto escolar es responsabilidad de todos los miembros de la comunidad: estudiantes, docentes, profesionales de la educación, auxiliares, administrativos, directivos y apoderados. Nadie está ajeno al clima de convivencia que se vive en un establecimiento educacional y su entorno.
Para que puedan asumir sus responsabilidades, debe haber capacitación y contar con las herramientas para promover una buena convivencia: identificar y detectar situaciones de riesgo, promover un ambiente positivo y colaborador, mejorar la comunicación y el respeto mutuo, establecer redes de colaboración y velar por la protección de la dignidad de cada miembro de la comunidad.
Fundación Semilla ha realizado estudios sobre violencia en contextos escolares, desarrollado metodologías lúdico-participativas para promover convivencia y prevenir la violencia, creado material pedagógico, capacitado a cientos de profesionales de la educación y a miles de estudiantes, pero es poco, comparado con la magnitud del desafío y de las barreras que se enfrentan. Son 3,6 millones de estudiantes desde educación parvularia a media, más de 11 mil establecimientos y la prioridad en educación está en las materias tradicionales y no en el desarrollo socioemocional.
Se requiere repensar la estructura y los objetivos de la educación en Chile. Debemos contar con un nuevo Currículum Nacional que sea política de Estado y no un tira y afloja ideológico. Sólo con una mejor y más profunda educación en convivencia podremos evitar los asesinatos como el de Jeremy en Lota.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.
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