En muchas organizaciones se busca mejorar los resultados a través de nuevas estrategias, más tecnología o ajustes estructurales. Sin embargo, un cambio profundo y sostenible ocurre solo cuando se transforma lo más importante: las personas.
Una gerente de una empresa del rubro logístico me comentó hace unos meses que, pese a tener un equipo técnico competente, los conflictos internos, la falta de colaboración y los egos bloqueaban cualquier intento de innovación. El ambiente era tenso, los resultados estancados y el ausentismo en aumento. Decidió entonces intervenir, no desde los procesos, sino desde las personas.
Iniciamos un proceso de coaching y formación de líderes. No fue mágico ni instantáneo, pero fue profundo. Los líderes aprendieron a escucharse, a reconocer sus emociones, a dar retroalimentación con respeto y a alinear sus acciones con un propósito compartido. Pasaron de operar desde la desconfianza a generar conversaciones valientes. En seis meses, el clima laboral mejoró visiblemente, se redujo la rotación, aumentaron los indicadores de desempeño y, lo más importante: las personas se sintieron vistas, valoradas y capaces de dar lo mejor de sí.
Transformar personas no es adoctrinar ni cambiar a la fuerza. Es abrir espacios para que cada uno descubra nuevas formas de observar, relacionarse y actuar. Es acompañar con respeto, con método y con sentido. Porque cuando las personas crecen, los equipos se fortalecen. Y cuando eso ocurre, los resultados llegan como consecuencia. Transformar personas no es un lujo, es una estrategia inteligente. La más humana y, a la vez, la más poderosa.
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