Estas olimpiadas serán recordadas como las de mayor controversia de la historia. Y no serán por cuestionamientos sobre marcas y récords deportivos, sino por el tremendo egoismo de sus organizadores que pasando por sobre toda lógica y carente de respeto frente a los millones de víctimas de la pandemia, maquillaron falsamente una anormalidad del ambiente que hasta el más ciego puede ver.
Cuando se prendió la llama de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, no sólo se dio el vamos a unas jornadas multideportivas que -tras la suspensión de los mismos el pasado año- millones de personas esperaban en el mundo, sino que además inició otro tipo de fuego, que hasta el minuto crece en plena pandemia del Covid, como si fuera el principio del fin.
Mientras los mejores atletas del mundo llegaban a Tokio en medio de estrictos protocolos sanitarios debido a la emergencia por el virus, muchos se preguntaban en todo el mundo, si de verdad se justificaba tamaña aventura. Desde que se dio el vamos a esta versión olímpica, defensores y detractores de este megaevento se han enfrentado, como si fuera una batalla épica de otros tiempos.
El día inaugural de los Juegos, una cabeza gigante voló por los aires de Tokio. Era un globo aerostático asociado a un proyecto cultural, que daba la bienvenida a los deportistas a unos Juegos que, a pesar del peligro del virus, se alzaban como uno de los más imponentes en lo económico que se tuviera historia. Lejos de connotar hospitalidad, sembró el temor.
Con un despliege de más de US$ 25.000 mil millones en su realización, el Gobierno japonés del Primer Ministro Yoshihide Suga y el Comité Olímpico Internacional (COI), prefirieron maquillar una falsa normalidad y realizar esta vez estos juegos que, ya suspendidos el 2020, se tornaban una piedra en el zapato para los organizadores, especialmente al momento de pensar en la gigantesca inversión publicitaria y comercial involucrada.
La cabeza gigante que voló por todo Tokio, finalmente terminó como un símbolo de cómo el mundo observa incrédulo cómo es posible que, en un país donde apenas el 24% de sus ciudadanos están vacunados, pudiera realizarse tamaña proeza en medio de un nuevo rebrote del Covid, donde el “estado de emergencia” pasa a ser casi una anécdota, frente a la danza de millones involucrados.
Considerada como la decisión por dinero más descarada contra la humanidad, no le importó a los responsables que el 83% de los japoneses cree que realizar los Juegos ahora, sólo ayudará a propagar más el virus. Por ello, para el mundo, el COI ganó la medalla de oro, los medios de comunicación, la de plata y los organizadores japoneses del bronce. Pero de la codicia.
Síguenos en:
Suscríbete al boletín:
Suscribete Gratis
