Profundizando en la polémica generada por el uso del término “atorrante” por parte de Diego Paulsen, (jefe de campaña de la candidata a la presidencia Evelyn Matthei), tengamos en cuenta que las palabras se usan siempre en un contexto específico. La palabra atorrante, cuyo origen se encuentra en el lunfardo, aquella jerga originaria en los rincones portuarios y marginales en Rio de la Plata Argentina, y que se exportó a otros puertos del cono sur de América y sectores marginales de Chile, Paraguay, Uruguay, tiene una connotación negativa, pero al mismo tiempo profundamente clasista. Ese es el uso que tiene en la práctica y no otro. Recordemos que el lunfardo surge a finales del siglo XIX en aquellos barrios porteños, marginales y pobres, donde convivían un variopinto de personajes de la época, ladronzuelos, asaltantes, vagabundos, pero también obreros pobres y gente sin hogar, sin techo. Es por ello que la acepción de la palabra atorrante, es decir, su significado en contexto, es tan negativa. Por ejemplo, en el colegio, al compañero o compañera que no llevaba la tarea o al compañero de trabajo que no cumple con lo encomendado le decimos que es flojo, pero no le decimos atorrante.
Es por la connotación social negativa, por esa carga clasista profunda del término. Pues bien, a pesar de que algunos personajes públicos y medios de comunicación intentan explicar y bajar el tono de lo dicho, la verdad es que el daño ya está hecho. Lo curioso es que el “grueso error” lo cometió el propio jefe de campaña de Matthei. Si hay algún merito que debe tener un jefe de campaña es, precisamente, conocimiento en comunicaciones, al menos en lo básico del uso del lenguaje, más aún cuando lo que se transmitía era un mensaje de unidad, de un solo Chile, y estos dichos rompieron con eso. Seamos honestos, si cometes un error garrafal de esta magnitud en una empresa privada, que echa por tierra el trabajo de meses con todo el gasto que ello significa en recursos de todo tipo, significaría un despido inmediato, sin contemplaciones. Sin embargo, antes de evaluar el control de daños, se apresuraron varios del sector y la propia candidata, a defender lo indefendible, incluso sumando más epítetos negativos. En definitiva, enterrando la campaña aún más. Pero bueno, si el jefe de campaña es quien “la embarra”, queda poco que esperar de los demás.
Esta incontinencia clasista de algunos en la derecha no es nueva, también tuvimos mucho de esto en la previa del estallido social del 2019, pero lejos de aprender del pasado, se intenta bórralo y continuar. Es por ello que pasan estas cosas, repetir los errores del pasado. Recordemos que el contrato social, el pacto entre gobernantes y gobernados, siempre es frágil y los equilibrios hay que cuidarlos. Por otro lado, las fuerzas de izquierda y centroizquierda recobran aire, todo gracias a la derecha. Vuelve al debate las discusiones sobre desigualdad y equidad. Jeannette Jara, la más probable representante de estas fuerzas en segunda vuelta, logra, sin querer y de forma inesperada, instalar una “cabeza de playa” en territorio de la derecha y se abre el escenario a la incertidumbre. Y es que las puras matemáticas no bastan. Los escenarios probables medidos por las encuestas son justamente eso “probables”, pero no la elección real. Una premisa básica en ciencias sociales es que“el todo” es más que la suma de sus partes. El escenario de segunda vuelta será totalmente diferente al de primera, ya con solo dos candidatos y con un margen estrecho de elección, las diferencias entre ambos pueden ser mínimas.
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