Sebastián Fuentes Barraza
Sociólogo
Robar un beso por malentendido o por sinvergüencería, puede acarrear complejas consecuencias, pero que alguien robe un beso en público, frente a millones de personas, al día de hoy, ya es una torpeza mayúscula. ¿Qué repercusión podría tener eso? Se ha averiguado gracias a Luis Rubiales, Presidente de la Real Federación Española de Fútbol, que durante la premiación de la obtención del mundial de fútbol por la selección femenina de España, habría besado a la jugadora Yenni Hermoso sin su consentimiento. Rubiales declaró que el beso fue “espontáneo, mutuo, eufórico y consentido”. Hermoso lo niega. Y a partir de allí, ya no se puede saber quién dice la verdad.
Desde ese día, se ha hablado tanto al respecto, que como una bola de nieve, fue creciendo tanto la repercusión que el logro deportivo languideció. Nadie habló de que se ganó la copa del mundo, pero aún hoy se debate si Rubiales debe dimitir. Y si a Rubiales se le reconocía que había actuado desde la euforia, en vez de catalogarlo de persona “machista”, “opresora” y “heteropatriarcal”, ¿hubiera pedido disculpas? A nadie le gustaría asumir todos esos títulos. ¿Y si los movimientos feministas pudieron convencer a Jenni Hermoso de que el asunto tenía una gravedad que ella no había visto? Todos somos influenciables. Podría haber sido que, manejado de otra forma, lo que aconteció hubiese quedado en una anécdota, como puede que no.
Lo esencial del asunto, es que Jenni Hermoso debe obedecer a su sentir, he ahí la verdad. Da igual lo que crea el sindicato de jugadoras, las feministas, los machistas y la Real Federación Española de Fútbol, lo importante es que ella se crea a sí misma. Y por último, que ya nadie crea eso de que los besos robados son los mejores, eso ya no corre más.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.
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