Enrique Cantero
Antropólogo
Contextus Ltda
Pareciera que en Chile se instaló un clima beligerante y combativo del cual no podemos abstraernos fácilmente. Como suele suceder, los procesos sociales e históricos vienen acompañados, siempre, de diversas expresiones culturales, políticas y sociales, que alternan entre las más bondadosas y altruistas intenciones versus las mezquindades y los aprovechamientos de siempre.
La información que fluye por los medios, desde la radio y televisión, hasta las Redes sociales como Facebook, X, Instagram o TikTok, alternan entre opiniones, más o menos sesgadas, alteradas, viscerales y algo de perspectivas científico técnicas del asunto de la violencia, pero muy a menudo, más de lo recordable, las opiniones ideologizadas que siempre imputan la culpabilidad al “otro”. Y acá surge el problema en cuestión pues siempre tenemos que tener en cuenta que ese “otro” es un igual a mí.
El mundo ha estado agitado de forma permanente por el conflicto social, en los siglos pasados y en este también, es parte del desarrollo natural de las cosas, o lo que se suele decir, de la naturaleza humana. Muestra de ello son el conflicto en la franja de Gaza, la guerra en Ucrania, la guerra contra el narcotráfico en México y un largo etcétera con conflictos sociales de diversa magnitud en Sudamérica, como en Ecuador, Argentina, Perú, sin mencionar otros conflictos en Asía, África y mucho más. La paz y la guerra también suelen alternar, como los periodos de conflicto social, revolución, reformas importantes, etc. Nuestro país no ha estado exento de problemas en el pasado y, en algunos pasajes, ha tenido una historia bastante oscura, incluso más de lo que estamos viviendo hoy.
Pero sigue sin resolverse el problema del “otro”. Ese ser humano tan legítimo como yo, que tiene derecho a la Paz, a vivir, trabajar, tener una familia y un lugar donde vivir, desarrollarse, etc. ¿Cuán lejos nos encontramos unos de otros cuando nos negamos la existencia misma? o ¿cuán dañados estamos como seres humanos o como sociedad que cancelamos automáticamente la legítima opinión de los demás?
El debate público, social y político, se ha vuelto cada vez más una pugna en develar quiénes son “los buenos” y quiénes “los malos”. Estar a favor o en contra de algo es la trinchera en que algunos se parapetan para disparar consignas de forma permanente. Cuestionamientos sin sentido como, “estar a favor o en contra de Carabineros” o “estar a favor o en contra de los derechos humanos”, son utilizados por la propaganda política de manera constante y artera para atrapar a un electorado enfadado, rabioso y hastiado del clima social contemporáneo, un electorado cansado de la delincuencia en la calle y ansioso de paz y tranquilidad que ni se asoma.
¿Quién en su sano juicio y libre de sesgos estaría en contra de Carabineros?. Carabineros de Chile una policía que está para servir y cuidar, que es financiada con recursos públicos y de todos los chilenos. Plantear la simple pregunta de estar a favor o en contra ya es motivo de sospecha, más allá de las posibles reformas a la institución o áreas de mejoras que siempre son necesarias. Pero en general, una sociedad valora sus instituciones policiacas. O pregunta similar, ¿quién en su sano juicio y libre de sesgos estaría en contra de los Derechos Humanos?, derechos que ha adquirido la humanidad después de cruentas guerras y atropellos, que permiten que hoy las personas sean sujetos de derecho libres del abuso y la opresión.
Plantear estas disyuntivas es perseguir la inestabilidad permanente y la crisis social, pues tanto la institución policiaca como los derechos de los individuos, son elementos que protegen a la ciudadanía en general y promueven la paz social. Esto debería estar fuera de todo cuestionamiento como para empezar a generar una sociedad justa y pacífica, sin embargo, vemos que hoy se les cuestiona.
El horrible crimen de los tres carabineros en Cañete en pasado 27 de abril es una alerta más de que nuestra sociedad necesita un profundo autoanálisis respecto de los derechos de cada ser humano, de cada chileno y chilena que protege a su familia y que necesita prosperar y desarrollarse en un mundo siempre cambiante. Pero incesantemente los agoreros del desastre enfatizan ponerse en contra del “otro”, cancelar al “otro” que piensa distinto, promover la lucha y el conflicto por sobre el diálogo y el consenso. Ese espacio político se ha vuelto un “Ring” de lucha sin sentido, mientras avanza la delincuencia y el comportamiento anti-social. Frente a una sociedad fragmentada, desunida y violenta se proponen soluciones desenfocadas que apuntan a intereses de preservación de clase social, clase política o simple agrupación.
Las masas, más o menos informadas, están a merced del constante asedio comunicacional de los distintos bandos. Se culpa a los resentidos, a los fachos pobres, a la izquierda o a la derecha, a la burocracia, la institucionalidad e incluso al clima, no importa, la cuestión es seguir en la culpabilidad de ese “otro” que molesta, que impide ser feliz. La manipulación comunicacional llega al punto de abrumar a la comunidad, casi al nivel de náusea. Abrumados y angustiados los ciuadan@s optan por creer tal o cual cosa, el fin. Más que una reflexión profunda e informada, es acabar con la angustia y el bombardeo comunicacional. Posicionarse en algún lugar, atrincherarse, sentirse seguro.
Olvidamos que los males de la sociedad no son patrimonio de un bando particular, los malos no se concentran en un bando particular. Cualquiera es susceptible de caer en actos delictivos y reñidos con lo legal. Sean de derecha, centro o izquierda. De hecho, los delincuentes no tienen partido político ni bandera. Son solo eso, delincuentes.
Si creemos en una sociedad justa, que promueva a los más capaces, que premie el esfuerzo, la dedicación, que valore el trabajo arduo y las buenas ideas, no caigamos en el juego de los extremistas de derecha, centro e izquierda. No hay gurús, ni salvadores, ni egos con poderes sobrenaturales. Es la propia sociedad, con sus diferencias, quiénes deben hacerse cargo de los problemas. La institucionalidad al servicio de los ciudadanos es una tremenda aliada. Fortalezcamos la institucionalidad en todos los niveles, premiando al funcionario dedicado y trabajador, premiando las buenas ideas y las innovaciones. Los Egos, no tienen cabida en las exigencias del Chile de hoy. Ningún ciudadano, civil o militar, debe ser cancelado, apartado ni acribillado.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.
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