La invención del primer prototipo de madera de una bicicleta data del 12 de junio de 1817 en Alemania, siendo el primer medio de transporte creado por el ser humano. Hoy, su relevancia es tal, que en su efeméride, daremos un paseo por su fiel utilidad en la vida cotidiana y en particular en Talca, donde este medio de transporte es protagonista si hablamos de priorizar la movilidad sostenible desde regiones. En un estudio de la Corporación Ciudades (2024), se señala que a diferencia de otras ciudades chilenas, Talca ya cuenta con una red de ciclovías extensa en proporción a su población: entre 24 y 29 kilómetros por cada 100 mil habitantes, ello aún con lo malo que puedan tener algunas de las ciclovías. Además, aproximadamente un 8% de los viajes diarios en la ciudad se realizan en bicicleta, cifra que supera la media nacional (Manual de Vialidad Ciclo-Inclusiva – Minvu, 2015). Como capital regional, concentra una vida universitaria que se expande y propone vías alternativas de desplazamiento, entre ellas el scooter, patines e incluso el skate. Estos avances no pueden hacernos perder de vista que la bicicleta no es solo un medio de transporte, sino una puerta abierta hacia una ciudad más humana, más saludable y más equitativa.
Considerando que Talca se encuentra en medio de una crisis del transporte público —con falta de recorridos, ausencia de micros y escasez de conductores— muchas personas han encontrado otras formas de moverse. Frente a este escenario, el automóvil no puede ser la única respuesta, y otras medidas como recorridos compartidos en autos particulares, tampoco son una tendencia masiva. De lo anterior, más autos en ruta implican más congestión, más emisiones contaminantes, más ruido y también más accidentes. Es en este punto donde la bicicleta aparece como una solución lógica, urgente y al alcance de la mayoría, porque no requiere combustible, no contamina, favorece la salud y es, además, mucho más económica.
Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, cada kilómetro recorrido en bicicleta ahorra entre 150 y 300 gramos de CO₂, dependiendo del tipo de vehículo reemplazado. Pedalear, es, no solo una elección individual, sino también una contribución directa a mitigar la crisis climática y reducir la huella ecológica urbana. Copenhague, Ámsterdam y otras ciudades líderes en movilidad ciclista no siempre fueron así, son el resultado de políticas públicas decididas: calles más lentas, ciclovías bien conectadas, educación vial desde la infancia y una planificación urbana centrada en las personas, no en los autos.
Talca tiene la topografía, el tamaño y la cultura ciclista para avanzar hacia ese modelo. La comunidad organizada —como Talca Pedalea y otras iniciativas ciudadanas— ha sido clave en promover el uso de la bicicleta como un derecho urbano. Pero no basta con la voluntad de quienes pedalean, se requiere decisión política. Se necesita conectar las ciclovías existentes, ampliar la infraestructura protegida, reducir la velocidad del tráfico motorizado y garantizar espacios seguros para niños, niñas, adultos mayores y mujeres. Solo así se podrá consolidar un ecosistema de movilidad sostenible.
Pero yendo a otros beneficios, la bicicleta es una solución a otras urgencias: el sedentarismo, la salud mental, la inseguridad vial y la desigualdad territorial. Es una herramienta totalmente democrática que acorta distancias y acerca oportunidades. Es más, Naciones Unidas reconoce la movilidad como un derecho humano clave para acceder a otros derechos, tales como la educación, el trabajo, la salud o la recreación. Por eso, avanzar hacia una ciudad más amigable para la bicicleta no es solo una cuestión técnica o estética. Es, profundamente, una apuesta ética que apunta a mejorar la calidad de vida de los habitantes de zonas urbanas.
La congestionada Talca necesita no solo más kilómetros de ciclovías, sino un nuevo paradigma: calles que prioricen a las personas, barrios pensados desde la caminata y la bicicleta, políticas públicas que vean la movilidad activa como parte del bienestar común. Porque una ciudad que se mueve en bicicleta es una ciudad que respira mejor, que se encuentra en la calle, que reconstruye comunidad y se adapta mejor a los desafíos del siglo XXI. Como ciudadanía nos toca, exigir y participar. Y también dar el ejemplo. Pedalear, compartir, respetar. Un futuro sostenible no llega solo: se construye entre todos y todas, a fuerza de voluntad, decisión y pedales.
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