El cambio al horario de verano, programado para iniciar próximamente, puede generar alteraciones significativas en el sueño y el estado de ánimo de los niños. Según expertos en psicología, este ajuste horario a menudo provoca irritabilidad, llanto, cambios de humor y dificultades para dormir, especialmente en menores con condiciones neurodivergentes como el espectro autista, donde las rutinas son cruciales. La académica Cindy Villalón de la Universidad UNIACC destaca la importancia de monitorear estos síntomas, ya que afectan directamente la concentración y el aprendizaje escolar. Si las alteraciones persisten por más de una o dos semanas, se recomienda consultar a un especialista para prevenir cuadros de estrés o trastornos afectivos estacionales. Para mitigar los efectos, se sugiere adaptar gradualmente las rutinas de sueño y alimentación en intervalos de 5 a 15 minutos, fomentar hábitos saludables como ejercicio e hidratación, y mantener una vigilancia constante. Los adultos también deben estar alerta, ya que estos cambios pueden impactar su bienestar, manifestándose en alteraciones del sueño y mayor sensibilidad emocional. La detección temprana y la intervención proactiva son clave para asegurar una transición suave y proteger la salud mental de toda la familia.
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