José Antonio Kast, al asumir la presidencia de Chile en marzo próximo, se encontrará con un escenario regional marcado por una profunda fragmentación política y una creciente influencia de Estados Unidos. América Latina atraviesa un ciclo de transformación caracterizado por elecciones presidenciales clave en 2026 y tensiones persistentes en Venezuela, lo que configura un entorno desafiante para la diplomacia chilena. La región presenta una polarización discursiva significativa, aunque en la práctica exhibe una diversidad ideológica notable. Por un lado, líderes de derecha como Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador representan proyectos políticos heterogéneos, que van desde el libertarismo hasta enfoques más conservadores o populistas. Por otro, la izquierda mantiene su relevancia en países como Brasil con Luiz Inácio Lula da Silva, Colombia con Gustavo Petro, México con Claudia Sheinbaum y Uruguay con Yamandú Orsi, quienes continúan ejerciendo influencia económica y demográfica. Expertos señalan que Kast heredará una América Latina cansada de la inseguridad y las crisis, con una ventana de oportunidad para fomentar la cooperación en áreas críticas como seguridad, infraestructura y energía. Sin embargo, la formación de un bloque homogéneo de derecha parece improbable debido a las agendas nacionalistas y prioridades divergentes entre los gobiernos.
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