La seguridad europea enfrenta un punto de inflexión ante el giro estratégico de Estados Unidos, que prioriza la región del Indopacífico y la competencia con China. Este cambio se manifiesta en una reducción planificada de la presencia militar estadounidense en Europa, con el objetivo de que los países europeos asuman la mayoría de las capacidades de defensa convencionales de la OTAN para 2027. En una reciente reunión del Pentágono con delegaciones europeas, funcionarios estadounidenses expresaron insatisfacción con el progreso europeo en fortalecer sus defensas desde la invasión rusa de Ucrania en 2022, subrayando la urgencia de este traspaso de responsabilidades. La creciente preocupación entre los aliados europeos se intensificó tras una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN, donde la ausencia del secretario de Estado Marco Rubio y la falta de un plan concreto para Ucrania generaron malestar. Aunque el secretario general Mark Rutte intentó calmar los ánimos, destacando la consulta continua con Washington, las conversaciones paralelas de la Casa Blanca con Rusia y Ucrania, mantenidas al margen de Europa, han erosionado la confianza.
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