Cada 7 de agosto en Chile conmemoramos el Día del Dirigente Social y Comunitario, una fecha que honra a quienes han decidido entregar su tiempo, energía y convicción en favor del bienestar común. Esta efeméride, que fue instaurada en 1998 para recordar la promulgación de la primera Ley de Juntas de Vecinos, es mucho más que una formalidad, ya que reconoce una labor fundamental, y muchas veces silenciosa, pero profundamente transformadora.
Los y las dirigentes sociales y comunitarios son los pilares del desarrollo local. Son quienes conocen de cerca las realidades de sus barrios, poblaciones y localidades rurales; quienes, desde la organización vecinal, el club deportivo, o el comité de agua potable, movilizan voluntades y recursos para avanzar donde muchas veces el Estado no llega. Son ellos y ellas quienes simbolizan la esencia del liderazgo territorial, el que por cierto no busca protagonismo, sino soluciones para sus comunidades. Este liderazgo nace desde la necesidad y crece con la participación de los vecindarios.
Sin estos liderazgos locales, sería imposible hablar de identidad territorial o de sentido de pertenencia. El tejido social que sostiene nuestras comunidades es frágil y requiere atención constante. Para eso, no existe nadie mejor para ejercer ese cuidado que sus propios habitantes organizados, guiados por líderes que escuchan, articulan, acompañan y empujan procesos colectivos. Esta figura es la que logra encauzar las diversas miradas y sensibilidades hacia un objetivo común y superior: el bienestar de toda una comunidad— y a la larga del país.
En esta fuerza transformadora recae el peso de la responsabilidad más allá de intereses individuales, del cansancio, la burocracia, de la resiliencia, porque muchas veces, se carga con las frustraciones de una comunidad que no siempre ve resultados inmediatos, lo cual significa además un desgaste emocional y mental
En tiempos donde la desconfianza y el individualismo se han impuesto, el rol del dirigente social cobra aún más valor. Son ellos quienes nos recuerdan que la comunidad se construye en conjunto, que la organización es una herramienta poderosa de cambio, y que ningún proyecto de desarrollo será sostenible si no considera a quienes habitan y sienten el territorio.
El Día del Dirigente Social y Comunitario, no es solo celebrar su labor, es necesario comprometerse también a fortalecerla. Cuidar a quienes cuidan, es una apuesta hacia una sociedad más justa, más humana y más consciente de sus raíces.
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