En la política de hoy, la agenda se construye para hacernos creer que quienes ganen, resolverán nuestros problemas, mientras nosotros permanecemos sentados observando y, por supuesto, criticando. Son proyectos en que los protagonistas son otros (unos pocos elegidos) mientras que nosotros somos apenas observadores pasivos.
Las campañas electorales se han convertido en la oferta de seguridad, salud, vivienda, empleo… como si la política fuera una lista de supermercado. Promesas presentadas como ofertas llamativas o mentiras maquilladas para parecer creíbles y poca o ninguna conexión con la realidad. No hay sustento técnico ni recursos disponibles que permitan cumplir todo lo que se promete, pero eso importa poco. La política perdió su épica y su capacidad de convocar activamente. Hoy la política mantener a la ciudadanía en un rol pasivo, receptora de beneficios que fueron diseñadas para administrar y no para transformar.
Una ciudadanía pasiva, inmovilizada y manipulada pierde su libertad y pasa a ser presa de líderes autoritarios. La verdadera libertad no se consigue por decreto ni porque esté consagrada como un derecho en la Constitución. La libertad es algo que se vive cuando hay compromiso, esfuerzo, disciplina y propósito colectivo. Lo mismo ocurre con la democracia: cuando se reduce a un ritual electoral cada cuatro años, se vacía de sentido. Sin trabajo compartido, sin corresponsabilidad y sin conciencia de comunidad, la democracia se convierte en un trámite para legitimar élites, no en un proyecto de vida común.
El vacío de nuestra política actual no está en la falta de programas, sino en la ausencia de épica expresado en la falta de líderes que se atrevan a convocar a esfuerzo, disciplina y trabajo por el bien común. Nadie invita a la ciudadanía a participar activamente en la construcción de respuestas.
El país no necesita más guiones escritos en oficinas de campaña. Necesita líderes capaces de convocar a construir proyectos comunes en los que el Estado, las empresas y la sociedad civil asuman responsabilidades compartidas. Como lo expresó Patricio Aylwin al retomar la democracia en 1990: “La tarea que tenemos por delante exige el esfuerzo, la entrega, la generosidad de todos… sí compatriotas, ¡Chile es uno solo!”
Los pueblos con mayor bienestar no son los que se quedan sentados esperando el chorreo capitalista o el subsidio del Estado, sino los que construyen en conjunto su destino. Y esta no es una frase vacía porque es fácil criticar la educación, pero no existe un esfuerzo en la participación activa de padres y apoderados o en salud la solución no es solo de más recursos, también es convocar a un esfuerzo para cambiar hábitos y llevar una vida sana para prevenir enfermedades crónicas.
Es hora de dejar de ser meros receptores de la lista de supermercado y asumirnos como constructores de comunidad. Porque solo en comunidad se puede conquistar la libertad y la democracia que ninguna élite está dispuesta a regalarnos.
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