Nicol Barahona Carvajal
Ingeniera Agrónoma, Especialista en Economía Circular y Sostenibilidad
Mentora Red Mentores UST
Una de las cosas que me tocó presenciar, de manera absorta, fue que desperdicio de alimento se da como parte de la cultura o de la tradición de algunos sitios, ya sea porque es parte de una celebración, una fiesta tradicional o parte de la crianza y costumbres propias del hogar de cada uno. Pero en este artículo quiero profundizar en las fiestas tradicionales de algunos pueblos.
Durante un viaje a España, a la Isla de Menorca, en junio de 2019, fui a la fiesta de San Juan (Sant Joan, en el catalán natal) en Ciudatella.
Un espectáculo para los locales y también para los turistas. Además de la aglomeración por su popularidad, y de la euforia colectiva que se ve por el desfile de caballos, una de las tradiciones que más me llamó la atención fue el que se tiraban avellanas, ¡sí! así como lo lee/oye, AVELLANAS, duras como pequeñas piedras. Pero ¿por qué hacer esto? Además de lo doloroso que debe ser que te llegue alguna, el derroche de dinero, pero, sobre todo, de alimento que no fue consumido y que pudo ser útil en su ciclo de vida. La realidad, es que era una tradición de galantería hacia las mujeres jóvenes, donde se les tiraba un puñado de avellanas a modo de conquista, pero, al paso del tiempo, poco y nada queda de esta tradición que mutó a una verdadera “guerra de avellanas”, donde participan desde pequeños a ancianos. En 2018, se registraron unas 400 toneladas utilizadas en este “tradicional lanzamiento de avellanas”.
Déjenme exclamar ¡qué desperdicio!
Pero, como es de conocimiento popular, en España también se da la fiesta del lanzamiento de tomates, “La Tomatina” que se celebra en el municipio de Buñol en Valencia en el mes de agosto. En 2019, se prepararon nada menos que 150.000 kilos de tomates maduros para ser lanzados en la fiesta. En 2022, saliendo de la pandemia que dejó un respiro de la masacre de tomates, se registraron unas 130 toneladas de desperdicio para su 75° aniversario. Aunque los lugareños aseguran dichos tomates están en mal estado, es decir, no aptos para el consumo humano, no deja de ser menor la cantidad desperdiciada, y si nos ponemos a reflexionar un poco, se usaron recursos naturales para producirlo, tierra, agua, y mano de obra, esfuerzo de agricultores.
Pensando solamente en el impacto medioambiental, sabemos la escasez hídrica que sufrimos en estos tiempos, y según la FAO, para producir 1 tomate (70 gramos aprox.) se requieren 13 litros de agua, haciendo una ecuación rápida, en el 2022 en el festival de “La Tomatina” se desperdiciaron más de 24 millones de litros de agua que se utilizaron para producir esas 130 toneladas de tomates lanzados y que se van directo a los sumideros de aguas lluvias de la ciudad. Ahora, reflexionando en el impacto social, por el alimento que no fue consumido, y en conocimiento de las cifras de hambre que han aumentado en el mundo calculadas para ese año de entre 691 a 783 millones de personas, y por supuesto, los impactos económicos, tanto de la producción de este alimento, como los estragos que puedan producir en la ciudad al alcantarillado, calles, locales, etc. Pensando en que esta fiesta se prepara para tener tal cantidad de este alimento, realmente ¿es lo único que se podría haber hecho con los tomates antes de que llegaran a ese punto de maduración?
Y no son las únicas fiestas de este tipo, quise indagar un poco más y me encontré con las siguientes tradiciones de desperdicio alimentario:
- La batalla de Los Enharinados “Els enfarinats” en Ibi, Valencia España. Que lleva más de 200 años, y se lanzan harina y huevos.
- La Batalla de las Naranjas en Ivrea, Italia. 500 kilos de naranja se utilizaron en 2018.
- Guerra de merengues y caramelos en Vilanova la Geltrú, España. Se lanzaron 127.000 kilos de caramelos en 2018. Por cada kilo de dulces hay 33 gramos de plástico tintado y 25 de papel y parafina.
- Campeonato inglés de Tortas de Nata en Coxheath, durante el mes de mayo.
- Batalla del vino de Haro en la Rioja cada 29 de junio.
- “Raimá” de la Pobla del Duc en Valencia, a finales de agosto. Usan unas 90 toneladas de uva garnacha tintorera.
Estas tradiciones dan para pensar, sobre todo en un mundo que creemos más evolucionado y preocupado por nuestro entorno ambiental y social. No es menor la cantidad de alimento que se desperdicia año a año en estos “festivales” y que pudo tener su uso correcto, que es, alimentar al ser humano. La realidad, basada en datos, indican que hay alimento suficiente en el mundo para la cantidad de población, el problema es la parte logística, distribución y cuánto está siendo perdido o desperdiciado en su cadena.
¡Es hora de actuar! No deberíamos seguir jugando con la comida, no solo por un tema ético, sino que también por un uso eficiente de los recursos naturales utilizados para producirlos, y para evitar generar impactos negativos por la contaminación de los alimentos perdidos y desperdiciados, principalmente calculados en COշ. Impacto que se ha registrado con las emisiones de gases de efecto invernadero donde los alimentos no consumidos representan entre 8 al 10% del total mundial.
Como dijo el secretario de las naciones Unidas, Antonio Guterrez, hace algunos días, ya no estamos la era del cambio climático, hemos pasado a la era de la “Ebullición Global”. Y este tipo de prácticas no nos ayudan a llegar a las metas propuestas para mantener la temperatura por debajo de a 1,5°C al 2030.
Los invito a reflexionar y ser responsables en nuestra modalidad de consumo. Sin duda, hay que generar un cambio sistémico, pero podemos partir por casa, por nuestras conciencias como individuos, las elecciones que tomamos día a día al elegir nuestros alimentos y qué estamos haciendo para no desperdiciarlos.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.
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