La vida vegetal como la conocemos, está en peligro latente de desaparecer si no hacemos algo por preservarla. El 43,6% de la vegetación nativa en Chile, podría ser víctima del cambio climático. Araucarias, alerces, robles y la flora altiplánica son las especies más frágiles. Estudio de la Universidad de Chile, propone algunas soluciones para permitir que ello no ocurra.
El cambio climático es una realidad y parecer estar para quedarse. En respuesta a esta situación un estudio internacional encabezado por el académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, Andrés Muñoz Sáez, arroja resultados para nada alentadores. La investigación publicada en la Revista Sciencie of the Total Enviroment, pronostica que en ochenta años más, el escenario podría ser dantesco.
Si no se hace nada para mejorar la actual situación climática, y las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial se mantienen estables como hasta ahora o si aumentan, los ecosistemas vegetales, no sólo del mundo, sino también de Chile, se verán alterados irremediablemente. Los factores que influyen en esta debacle de la flora son muchos y variados y es cosa de analizarlos detenidamente.
Por un lado está la sobreexplotación de los recursos, los incendios forestales, el cambio de uso de suelos, penetración de especies exóticas, la contaminación y sobre todo la disminución cada año de las lluvias, y el aumento de las temperaturas, estás últimas variables directamente relacionadas con el calentamiento global. Muñoz-Sàez explica “De aquí a 40 años u 80 años no toda la vegetación va a sobrevivir”.
Chile no está exento de esta situación. De hecho se pronostica que la zona central de nuestro país, será la más afectada por alza de temperatura y bajo nivel de lluvias. Ello no quita que sea todo el país el que sufrirá de escasez de precipitaciones. A la luz de los resultados, se aprecia que un 43,6% de las especies nativas chilenas están en potencial peligro de extinción.
Quienes más sufrirían los embates del cambio climático serían los bosques de robles, “Ahí tenemos roble, raulí, coigüe y el hualo” o roble maulino, señala Muñoz-Sáez. El roble hualo, predominante en la costa y precordillera del Maule, tendría un porcentaje de riesgo de hasta un 95%. El estudio contempló analizar las amenazas a los ecosistemas, y también los lugares donde el riesgo sería menor.
Para combatir este desolador escenario, se plantea la “Migración Asistida”, para todas aquellas especies que no logren adaptarse a este radical cambio. La tarea es ayudarlas a moverse a nuevas zonas donde el riesgo climático sea menor. Ahí se debería crear nuevos parques nacionales que permitan a estas especies trasladadas, desarrollarse adecuadamente. Para ello, ya existen zonas delimitadas por su bajo impacto climático.
Un ejemplo de ello, son los bosques de coníferas, que nó solo comprende a la Araucaria propiamente tal, si no que también a otras especies vegetales que habitan en su entorno. Ellas sufren la potencial amenaza de sucumbir al calentamiento global y se determinó al Parque Nacional de Nahuelbuta, como el lugar en que podrían subsistir adecuadamente. Son muchas las especies que podrían ser trasladadas ahí.
Asimismo, los bosques valdivianos, tienen las condiciones climáticas perfectas en la zona central de Chiloé, un lugar protegido donde el alcance del cambio climático puede ser menor. En el caso de los bosques patagónicos pueden contar con un refugio perfecto en la Tierra del Fuego, zona ideal para que puedan subsistir sin mayores cambios. Es aquí donde entra el desafío de crear nuevos parques nacionales para estos efectos.
Otro lugar que podría tornarse muy seguro para las especies amenazadas son las zonas precordilleranas entre el sur de Región de Atacama y la Región de Valparaíso, donde el riesgo del cambio climático será mucho menor y figura como sitio de protección alternativo. Solo una nueva mirada en torno a la forma como el hombre percibe hoy la naturaleza, podrá hacer la diferencia.
Aprender a respetar y cuidar nuestro medio ambiente, debiera ser la clave para que este posible futuro, no llegue a ser realidad. Y ese cambio no solo pasa por los gobiernos sino que por cada ser humano. Sólo así se podría poner coto al cambio climático, decisión que marca la diferencia con dejar morir a nuestro planeta o darle una oportunidad de sobrevivir.
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