Chile se ha convertido en un actor clave del mercado global de semillas biotecnológicas, destacando por su rol en investigación, desarrollo y exportación de variedades de maíz, soya y canola. Con exportaciones acumuladas de US$ 2.396 millones en 20 años, inversiones por más de US$ 150 millones y la generación de 30.000 empleos directos e indirectos, el país ha logrado posicionarse como un referente internacional. Actualmente, las exportaciones anuales promedian US$ 120 millones en semillas y US$ 23 millones en servicios de investigación, consolidando un ecosistema colaborativo entre empresas, científicos, agricultores y reguladores. Voceros de la industria, como Mario Schindler (ANPROS) y Miguel Ángel Sánchez (ChileBio), destacan la confiabilidad, calidad e impacto económico de estos cultivos, que han demostrado aumentar en un 22% el rendimiento agrícola y en un 68% los ingresos de los productores, además de reducir el uso de plaguicidas. Sin embargo, el sector enfrenta desafíos urgentes: la actualización de la normativa sobre organismos genéticamente modificados (vigente desde 2001) y la creación de un marco regulatorio específico para la edición genética, herramienta clave para avanzar hacia cultivos más resistentes y sostenibles.
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