Sebastián Fuentes Barraza
Sociólogo.
En 1.881, en el salvaje oeste de Estados Unidos, se produjo un famoso incidente en O.K. Corral, lugar donde forajidos y oficiales se enfrentaron dejando un saldo de 3 muertos y 30 tiros. El enfrentamiento causó tal impacto, que décadas después aún estimulaba la imaginación de directores del cine western, que representaban el hecho una y otra vez. El fin de semana pasado, en Bajos de Mena, tuvimos al menos 150 tiros en un ataque realizado en preparativos de un velorio, pero por seguro, a nadie se le ocurrirá filmar una película basada en hechos que incluyan el asesinato de un menor de edad, dos menores de edad heridos, la persecución de los atacantes a la ambulancia que trasladaba los heridos y la amenaza al centro hospitalario que atendía a los menores. Esa secuencia ni siquiera la veríamos en una película de terror, algo tan repulsivo solo podría ser representado bajo la etiqueta “gore”, esas películas dedicadas a lo más escabroso que pueda concebir la imaginación humana.
Chile se está convirtiendo en una película gore, los asesinatos, generalmente asociados al narcotráfico, incrementan en términos cuantitativos y cualitativos. En ese estado de cosas, es probable que mucho tenga que ver la incursión del crimen organizado que ha ingresado al país en la ilegalidad; en relatos de vecinos del sector de Bajos de Mena, se mencionó la apropiación por la fuerza de bloques enteros de departamentos, que ahora, son habitados por extranjeros que estarían vinculados al narcotráfico. Años atrás, un candidato presidencial promovió la realización de una zanja en la frontera para detener la inmigración ilegal, pero la idea fue ridiculizada y pronto fueron levantadas urgentes consignas para detener el avance de lo que llaman extrema derecha (fascismo o como quiera llamársele), amparados en un temor que parece tener arraigo en lo imaginario, en oposición al temor que surge de conocer hechos como los de Bajos de Mena, reales y despiadados.
En finales del siglo 19, Oscar Wilde siempre preocupado de lo estético, alertaba sobre cómo el entorno invita a las personas a la creatividad o a la desesperanza. Decía él: “queremos que los niños en Inglaterra se críen rodeados de la atmósfera sencilla que producen siempre las cosas bellas, para que amen lo que es hermoso y bueno y odien lo que es malo y feo”. En Chile, nuestros niños caminan por veredas agrietadas, entre muros rayados de grafitis, a veces sin un árbol que haga sombra; se suben a micros antiguas y contaminantes, vuelven pronto a casa por temor a estar fuera, y leen en sus redes sociales de balaceras como la de Bajos de Mena, donde disparan a niños como ellos.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.
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