Tras el ataque ucraniano de Año Nuevo, que provocó la muerte de 63 reclutas rusos, que tenían su base en el mismo edificio donde se almacenaban las municiones, cifra reconocida por Moscú, los oficiales rusos comenzaron una avalancha de críticas a la gestión militar. A través de redes sociales, los críticos señalan que todos los fallecidos eran hombres recién reclutados. Por su parte, famosos blogueros rusos, no dejaron de mostrar su dolor e ira por la muerte de estos compatriotas estando lejos del campo de batalla. Parlamentarios del Senado, exigen “un análisis interno riguroso”, como es el caso de Grigory Karasin, o del líder de la oposición aceptada por el régimen, Serguei Mironov, quien busca establecer “la responsabilidad penal de los funcionarios” que no entregaron a los soldados un nivel necesario de seguridad. Al interior de las propias fuerzas armadas rusas, se sospecha que las cifras de muertos están maquilladas y que las bajas son muchos más de las declaradas.
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