En un giro estratégico, Estados Unidos ha intensificado su presencia militar en el Caribe con el despliegue del portaaviones USS Gerald R. Ford, acompañado de 15.000 efectivos, mientras simultáneamente explora vías diplomáticas con el gobierno de Nicolás Maduro. Esta semana, el Departamento de Estado anunció la designación del Cartel de los Soles como organización terrorista extranjera, acusándolo de narcotráfico y vínculos con autoridades venezolanas, lo que justifica operaciones como la Operación Lanza del Sur para interceptar embarcaciones sospechosas. Paralelamente, el presidente Donald Trump expresó la posibilidad de sostener discusiones con Maduro, señalando que «Venezuela quiere hablar», en un tono que combina amenaza con apertura. Analistas interpretan estas acciones como una táctica de presión coercitiva para forzar cambios sin recurrir a una invasión directa, aunque opciones militares permanecen sobre la mesa. Mientras, el gobierno venezolano responde con movilizaciones internas y denuncias de complots, evidenciando una crisis regional en evolución que balancea el uso de la fuerza con la negociación.
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