La reciente amenaza del presidente estadounidense Donald Trump de planificar una acción militar en Nigeria ha centrado la atención internacional en la prolongada crisis de seguridad del país africano. A través de sus publicaciones en Truth Social, Trump advirtió sobre un posible ataque «rápido, dañino y dulce» para proteger a las comunidades cristianas, lo que ha generado tensiones diplomáticas. Nigeria, con 232 millones de habitantes y una división religiosa entre el sur cristiano y el norte musulmán, enfrenta desde hace años la violencia de grupos insurgentes como Boko Haram y el Estado Islámico de África Occidental (ISWAP), que han causado miles de muertes y desplazamientos masivos. Aunque el gobierno nigeriano ha expresado apertura a la ayuda militar estadounidense, insiste en que se respete su integridad territorial. Analistas señalan que la violencia en el noreste del país es indiscriminada, afectando a musulmanes y cristianos por igual, con raíces en conflictos socioeconómicos y no únicamente religiosos. Datos de organizaciones como ACLED documentan 1.923 ataques a civiles en 2025, desmintiendo cifras exageradas sobre persecución religiosa difundidas por grupos conservadores estadounidenses. Mientras líderes como el senador Ted Cruz y el vicepresidente JD Vance han amplificado estas narrativas, la UE y otros actores internacionales continúan colaborando con Nigeria para abordar la inseguridad, subrayando la complejidad de un conflicto que requiere soluciones multifacéticas más que intervenciones unilaterales.
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