Desde hace más de un año, Evelyn Matthei ha mantenido un rango estable entre los 20 y 30 puntos en las encuestas presidenciales, lo que, lejos de ser un síntoma de fortaleza, se ha convertido en un problema para la derecha. Su estancamiento en las preferencias electorales refleja un escenario complejo para su sector, donde la falta de una figura de renovación pesa cada vez más en la contienda.
Uno de los factores clave de este fenómeno es su constante presencia en la palestra política. Desde su candidatura en 2013 contra Michelle Bachelet, Matthei ha estado en la órbita presidencial sin interrupciones significativas, lo que ha generado un desgaste natural. No es menor el hecho de que haya ocupado el primer lugar en las encuestas por un periodo prolongado; esa exposición sostenida tiende a generar resistencia en el electorado y abre espacio para el surgimiento de nuevas figuras.
Además, la estrategia de sus asesores ha contribuido a esta inmovilidad. En su afán de proteger su ventaja relativa, la han resguardado al punto de evitar cualquier confrontación que pueda alterar el panorama. Esto ha derivado en una candidatura que no genera impacto ni marca agenda. En política, el riesgo es una herramienta clave para diferenciarse, y Matthei, en su afán de preservar sus puntos, ha optado por una postura conservadora que no mueve la aguja hacia ningún lado. Esto, a su vez, ha abierto una oportunidad para figuras emergentes como Johannes Kaiser, quien ha crecido de manera notable, pasando de un modesto 5% a cerca del 20% en las últimas mediciones.
Los momentos en que Matthei ha decidido hablar públicamente tampoco han contribuido a fortalecer su imagen. Un ejemplo claro fue su postura ante la Reforma Tributaria: una posición tibia y carente de sustancia que no generó mayores repercusiones. En este contexto, su actitud casi permisiva frente al ascenso de Kaiser, incluso insinuando que podría participar en unas primarias, da cuenta de su indefinición y falta de reacción ante el reordenamiento del tablero político en la derecha.
En el fondo, lo que se evidencia es un problema estructural dentro de la derecha chilena: la ausencia de un alineamiento claro y una estrategia coherente. La ambigüedad en su postura solo contribuye a erosionar la solidez de su candidatura. Aun así, sostengo que la derecha sigue teniendo la primera opción de ser gobierno en la próxima elección, pues el desenlace no se definirá por los extremos. Las tendencias electorales en Chile han demostrado que las posturas más radicales no logran imponerse en las instancias finales.
Sin embargo, la estrategia de ocultar a Matthei y de limitar sus intervenciones a lo mínimo necesario difícilmente la beneficiará. Su estancamiento en la carrera presidencial se ha convertido en un fenómeno regular, y salir de ese espacio no será una tarea fácil. Sin un cambio en su estrategia, Matthei corre el riesgo de perder protagonismo en una contienda donde la movilidad y la capacidad de adaptación serán clave para alcanzar La Moneda.
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