Sebastián Fuentes Barraza
Sociólogo
Los argentinos le llaman “la grieta”, esa sería la metáfora escogida para representar un escenario de división insalvable entre dos visiones políticas. Setenta años de peronismo la explicarían, y ahora, un pelucón con motosierra gritando “zurdos de mierda” o “viva la libertad, carajo” parece dispuesto a hacer de ella un forado. Esa grieta se puede ver en la foto del presidente saliente, Alberto Fernández, con el entrante, Javier Milei; posan rígidos y con caras de pocos amigos. Muy lejos están de los traspasos de mando de nuestros presidentes, que cumpliendo con eso que llaman “tradiciones republicanas”, se llaman por teléfono el mismo día de las elecciones y conversan cordialmente para todo el país. Bachelet y Piñera extendían la cordialidad veraneando juntos en Caburga (un imposible en Argentina).
Es fácil darse cuenta de la argentinidad de Milei, porque habla a los gritos y dice todo lo que piensa. Nosotros no. Un humorista argentino sacó la foto de los chilenos y nos describió con una frase: “lo piensan pero no lo dicen”. Y eso que es verdad, no es malo si no es por vergüenza sino por astucia. Otro aspecto que creo nuestro, es que nos parecemos en algo a los ingleses: somos flemáticos. Tener flema según la RAE, es tener una calma excesiva, ser impasibles. La doctora Cordero explicó eso de la flema británica, decía que un inglés no se descompensa ni le salen los mocos sollozando, sino que controla su flema y se queda impertérrito en la adversidad.
No somos argentinos ni ingleses, pero vamos perdiendo flema y nos vamos histeriqueando. Como ejemplo está ese programa llamado “sin filtros”, en el que aparecen dos bandos de nuestra fauna política enfrentados y descompensados, igual a los shows argentinos en los que Milei se hizo famoso. All¡”vamos viendo signos de nuestra grietita. Pero con Chile no solo va la flema y regular las palabras, también las cosas a medias, o como dicen, “no ser ni chicha ni limonada”. A favor de esa idea queda nuestra mejor época, es decir, cuando gobernó la izquierda en el regreso a la democracia; tuvieron que pasar treinta años para que se descubriera que eran gobiernos de derecha (salvo el 2° gobierno de Bachelet), sumado a la necesidad de dos gobiernos de Piñera para que algunos concluyeran que él era de izquierda.
Cuando aparece «la verdadera izquierda y derecha”, cuando las cosas son tan a las claras con dos bandos acusándose, aparece la grieta. Podrá ser Milei solución a una Argentina que llegó a los límites, pero para nosotros, si todavía tenemos vuelta atrás, nos sirven esos sucedáneos que existen entre los polos, donde convergen las mayorías y se gobierna “en la medida de lo posible”, como nos enseñó el gobierno de ese hombre flemático con apellido inglés.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.
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