Sebastián Fuentes Barraza
Sociólogo
Hace 531 años, se cernía una tragedia sobre aquellos hombres que habitaban el continente que hoy conocemos por América. La fatalidad iba a ser el 12 de octubre del año 1492 de nuestro señor Jesucristo, aunque si no hubiese sido entonces, tarde o temprano llegaría el día. Recordemos las circunstancias.
Se puede comenzar con relacionar la caída de Constantinopla en manos de los Otomanos, porque impelió la necesidad de buscar nuevas rutas para que Europa comerciara con Oriente. En eso estaba Colón, que buscó por años financiamiento para emprender su aventura de encontrar una nueva ruta a las indias, y solo lo consiguió de España, cuando los reyes católicos culminaron la reconquista de tierras hispanas. Si la guerra de España con los moros hubiese continuado, los reyes hubieran mantenido sus recursos económicos en ese fin y Colón podría haber seguido esperando hasta quizás, su muerte. Pero así las cosas, zarpó un 3 de agosto de 1492, con libros antiquísimos abordo, de los cuales se había ilustrado sobre la redondez de la tierra y sobre las distancias, que por teorías de Claudio Ptolomeo calculó en error, estimándolas menores de lo que eran. Quizás, si hubiera conocido la distancia real, no hubiera hecho el viaje. Pero lo hizo y llegó a lo que creyó las indias.
Luego de esa cadena de hechos relativos y accidentales, ¿cómo llamar a lo que vino después? ¿La conquista de América? No la podemos valorar de manera convencional. Se enfrentaban unos con armas de fuego contra otros con armas de palos. ¿Colonización? Puede ser visto así a largo plazo, pero en lo inmediato, sería más adecuado decir robo, opresión y esclavitud. De eso trataba esa tragedia que se cernía sobre los indígenas, que acabó por producir la extinción de culturas completas. Esta perdida, es un error histórico de la humanidad, pues sabemos que dominaban ciencias como la matemática y la astronomía, por nombras algunas, y quedaron vestigios de sus ciudades y conocimientos: allí la pirámide del sol de Teotihuacán, Cholula y Chichén Itzá; los quipus y los calendarios.
Cuando el Conde de Volney estando en la península arábica recorrió las ruinas de Palmira, importante ciudad en la antigüedad, escribió: “Estos lugares solitarios, esta noche apacible, esta escena majestuosa imprimieron en mi ánimo un recogimiento religioso. El aspecto de una grande ciudad desierta, la memoria de los pasados tiempos, la comparación del estado actual, todo elevó mi mente a las reflexiones más sublimes”. Y nosotros, en esta fecha, trayendo al recuerdo a aquellas misteriosas civilizaciones perdidas y destruidas ¿a qué reflexiones profundas podremos llegar sobre el espíritu del hombre?
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.
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