Sobre el incendio provocado por alumnos en el Instituto Nacional | Publimicro

Sobre el incendio provocado por alumnos en el Instituto Nacional


Sebastián Fuentes Barraza
Sociólogo

Siempre ha sido difícil pararles los pies a los adolescentes. Los anhelos que tienen (equivocados o no), presentan una fuerza avasalladora, propia de la juventud, que los adultos pocas veces presentan por sus desilusiones experimentadas en la vida. A aquella experimentada desilusión, también la podríamos llamar madurez. Los adolescentes son inmaduros y casi siempre dispuestos a escuchar cualquier llamado a tomar el cielo por asalto, algunas veces no por ideales, sino por pura vanidad o tedio.

Otro factor que se debe considerar, es que tampoco han vivido lo suficiente para desarrollar conocimiento acabado. Por mucho arrojo que tengan, por mera cuantía de los pocos años que han dispuesto para ilustrarse, están en desventaja. Sumado a este hecho, se deberá reconocer también que, por capricho de la naturaleza, hay personas que presentan inteligencias menores a la media, esto puede ser un problema de nacimiento y se mide a través del CI (coeficiente intelectual).

Llegamos así a un potencial grupo de adolescentes inmaduros y de pocas luces, que por su ausencia de estructura, una mala idea les puede germinar sin resistencias. Leonid Andreiev, escritor ruso, escribió alguna vez en un folletín: “Dios solo sabe hasta dónde puede llegar el poder de una palabra sobre un cerebro blandengue, y a qué extravagancias y sandeces puede conducir.

Todo lo anterior, podría configurar el cóctel explosivo (metafórica y literalmente) de los jóvenes del Instituto Nacional que quemaron la entrada del instituto, solo por el hecho de no poder salir del establecimiento (probablemente a realizar una de sus reconocidas manifestaciones). He ahí algunas de las extravagancias que puede hacer un cerebro blandengue.

Pero ¿en qué momento les llegaron a esos cerebros esas ideas? ¿Quién se las inculca? ¿Por qué repetidamente en ese establecimiento se repiten esa clase de hechos? ¿De alguna manera la sociedad está colaborando para que ocurra eso?
Estas preguntas no están de balde; como mínimo, debemos interesarnos por los jóvenes, puesto que bajo ese cliché que por serlo no deja de ser cierto, son el futuro de Chile.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.

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