Tras arrasar en las primarias presidenciales PASO, el nombre de Javier Milei se está volviendo un hábito entre los empresarios argentinos. Casi como en un mantra de fe, la pronunciación de su nombre es cada vez recurrente entre los grandes conglomerados económicos del país, al proyectar a una Argentina bajo una administración libertaria, como es la que profesa a los cuatro vientos el controvertido economista trasandino. Como buenos empresarios, la gran mayoría que encabeza el poder de la oligarquía argentina, dilató la oferta del candidato de desordenada cabellera a sentarse a conversar, previo pago de US$20.000, no sin antes esperar los resultados de las PASO. Tras su triunfo, hoy todos están dispuestos a abrir las billeteras y pedir hora con Milei, para juntarse a trazar el futuro de una Argentina cada vez más huérfana en el concierto internacional. De paso, las grandes empresas ya han comenzado a mostrar su indisimulada molestia hacia el gobierno de Alberto Fernández. La poderosa Copal, la cámara que reúne a las empresas de alimentos y bebidas que operan en el país, advirtió a la Casa Rosada el miércoles en un comunicado, que «la dinámica de control de precios impuesta en la última semana por la Secretaría de Comercio Interior de la Nación, no es posible ni sostenible, si no se da lugar al entendimiento y al diálogo intersectorial».
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