Josefa Pavez
Estudiante de administración pública
Universidad Católica del Maule
Con frecuencia los medios masivos de comunicación se refieren a lo que comúnmente se ha denominado como “el debilitamiento de la democracia”, pero ¿sabemos lo que esto realmente significa? Durante siglos de historia y desarrollo de la política, la democracia ha tenido un sinfín de desafíos por cumplir. Bajo este contexto, es que mediante la presente columna abordaré en concreto dos de los desafíos que a mi parecer han generado mayor impacto en nuestro orden democrático y que dicen relación con la crisis de representatividad de la actividad política y la influencia de la era tecnológica.
En relación al primero, nuestro modelo democrático ha estado perdiendo su eficacia y esto se refleja en hechos tales como la falta de credibilidad de la ciudadanía hacia sus representantes, la fuerte abstención electoral demostrada en las últimas elecciones, las deprimentes cifras de aprobación gubernamental, y sobre todo en la evidente fragmentación que han experimentado las principales fuerzas o partidos políticos surgidos con el retorno a la democracia.
Personalmente, creo que este desencanto por la actividad política se debe en gran medida a la constante sensación de abandono por parte de los ciudadanos no sólo hacia los gobiernos de turno, sino que también respecto de las instituciones que conforman el Chile Republicano, tales como el Congreso Nacional, los Tribunales de Justicia, las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública, entre otros. En gran medida, este descontento se debe a las escasas e insatisfactorias respuestas destinadas a abordar con urgencia las necesidades sociales preponderantes, generando en consecuencia un malestar colectivo que ha llevado a nuestro país a enfrentar un proceso constitucional que no ha estado exento de polémicas.
En este mismo sentido, otra de las razones directas por las cuales se genera esta deslegitimidad en la política, se encuentra en los escándalos de corrupción en los que se ven involucrados los principales líderes políticos, pues numerosos son los casos en que sus decisiones de autoridad resultan influidas por la superposición que estos otorgan a sus intereses personales en lugar de ocuparse por las necesidades y problemas que aquejan a sus representados.
Actualmente nos enfrentamos a un alarmante escenario democrático. Así lo destaca un reporte sobre el actual estado de la democracia a nivel global de la Universidad de Cambridge en donde concluye que “lo más relevante es el progresivo y constante incremento de la insatisfacción con la democracia desde mediados de la década de los 1990s y hasta la fecha. Hoy, en la mayoría de los países, cerca de un 60% de la ciudadanía se siente insatisfecha con su funcionamiento” (S, 2021).
En segundo lugar, otro de los desafíos relevantes de analizar se relaciona con el desarrollo tecnológico y digital como uno de los principales factores de trasformación democrático. En este sentido, si analizamos el impacto que ha tenido la tecnología en la democracia, por una parte, encontramos la creencia de que puede convertirse en una aliada que incentiva y contribuye a la participación virtual de la sociedad en asuntos que son de gran importancia, acercando con ello el ejercicio de la política a los tiempos modernos.
Sin perjuicio de lo anterior, existe otra postura que plantea que la tecnología puede influir negativamente en los fenómenos de toma de decisiones, pues el voto electrónico, los bots, la inteligencia artificial y los algoritmos cibernéticos pueden contribuir a la manipulación y propagación de información o noticias falsas. Esto hace que la ciudadanía tenga dificultades para saber si los datos que se proporcionan son verdaderos o falsos, generando dudas sobre la validez del sistema.
Como menciona la activista Pía Mancini “Nuestro sistema político se puede transformar, y ni con subversión o destrucción, sino rediseñándolo con las herramientas que Internet nos ofrece hoy por hoy. Pero el desafío real es encontrar, diseñar, crear, empoderar los conectores que pueden innovar, transformar ruido y silencio en señal, y finalmente traer nuestras democracias al siglo 21”. (Mancini, n.d)
En este sentido, la tecnología no se detiene y tampoco debería hacerlo la democracia. Creo firmemente que deberíamos actuar con esfuerzo en construir una democracia que afronte estas amenazas y pueda superarlas. Ahora bien, ¿cómo podemos aprovechar esta nueva tecnología teniendo en consideración los aspectos negativos que esta presenta? En primer lugar, podemos cambiar la forma en que funcionan actualmente los canales virtuales de difusión de información a través de una fuerte regulación que sancione el mal uso de redes sociales, ello con el propósito de colaborar con la transparencia de los procesos al generar espacios de divulgación seguros destinados a propagar información clara y objetiva.
Una segunda alternativa está dirigida a la participación directa de los ciudadanos en la creación de espacios digitales inclusivos dirigidos a distintos grupos sociales con el objeto de que puedan abordar temas de su interés y con ello sean escuchados al momento de la toma de decisiones y la creación de políticas públicas.
Al respecto, me gustaría hacer una especial referencia a nuestro país que ya está abordando esta alternativa actualmente, a través de la invitación que realiza la Secretaría de Participación Ciudadana a interactuar en el proceso constitucional mediante cuatro medidas, pero principalmente a participar de la iniciativa popular de norma que incita las personas a sugerir la creación o modificación de normas en el nuevo texto constitucional. (Secretaría de participación ciudadana, 2023)
En síntesis, la democracia actual enfrenta un sinnúmero de desafíos. Tanto la crisis de legitimidad política, como la influencia de la tecnología y sus herramientas, son los puntos más críticos en los que como sociedad debemos ocuparnos. Frente a ellos, la construcción de un sistema democrático de calidad requiere que los actores políticos y sociales se comprometan a garantizar las condiciones adecuadas en que las instituciones republicanas respondan a las demandas sociales. Del mismo modo, el uso de la tecnología significa un avance al cual debemos hacer frente, pues su correcto uso puede llevar a que los procesos democráticos que actualmente se discuten se desarrollen en ambientes transparentes, en los que la satisfacción del bien común sea la principal consigna a alcanzar.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Publimicro.
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