Yevgeny Prigozhin, jefe de la fuerza militar privada rusa, conocida como “El grupo Wagner”, dijo este sábado a los medios de prensa internacionales, que ordenó a sus mercenarios detener su marcha sobre Moscú y retirarse a sus campamentos en Ucrania “para evitar derramar sangre rusa”. El anuncio del líder mercenario, pareció calmar una crisis que se intensificó dramáticamente en las últimas horas en Rusia, y que representó el desafío más importante para el liderazgo del Presidente Vladimir Putin, en sus más de dos décadas en el poder. Moscú se había preparado para la llegada del ejército privado, dirigido por el comandante mercenario rebelde, erigiendo puestos de control con vehículos blindados y tropas en su extremo sur. Las autoridades rusas habían cerrado la Plaza Roja y el alcalde de la capital, instó a los automovilistas a mantenerse alejados de algunas carreteras. “Todos los que prepararon la rebelión sufrirán un castigo inevitable. Las fuerzas armadas y otras agencias gubernamentales han recibido las órdenes necesarias”, habría dicho Putin. Las autoridades declararon un “régimen antiterrorista” en la capital y la región circundante, mejorando la seguridad y restringiendo algunos movimientos.
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